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Foto del escritorPatricia Aballay

Esfuerzo, percepción consciente y gozo

Extracto del libro "El árbol del yoga" de BKS Iyengar




Al practicar una postura de yoga, ¿somos capaces de hallar el delicado equilibrio entre llevar la postura a su máxima extensión y llevarla más allá de ese punto, haciendo que el esfuerzo excesivo cree una tensión incorrecta en el cuerpo?



Cuando estiramos demasiado en algún punto para conseguir el movimiento óptimo, ¿nos hemos dado cuenta de que al mismo tiempo estamos prestando muy poca atención a otras partes del cuerpo? Eso altera el cuerpo y lo hace temblar. Si la raíz de un árbol está débil, el árbol entero no puede estar fuerte. Supongamos que estamos haciendo el equilibrio sobre la cabeza. ¿Qué ocurre si estiramos las piernas para conseguir una buena postura, pero dejamos que los músculos del cuello se aflojen, o que los codos no se aprieten contra el suelo, con lo que sobreviene el miedo al ver que nos caemos o nos balanceamos de un lado a otro? Como los músculos fuertes intentan controlar la postura, los músculos débiles ceden. Por lo tanto, al hacer la postura, hemos de mantener un único estiramiento desde el suelo hasta lo más alto sin permitir que ninguna parte decaiga. Cuando estiramos las piernas tenemos que enviar una señal de alarma a los brazos: «¡Estoy estirando una pierna, así que no perdáis la atención!». Eso es percepción consciente. Como perdemos la percepción consciente y nuestra atención se vuelve parcial, no sabemos si estamos manteniendo la sujeción o no.



Podemos perder los beneficios de lo que estamos haciendo por concentrar demasiada atención parcial en intentar perfeccionar la postura. ¿En qué nos estamos centrando? Intentamos perfeccionar la postura, pero ¿desde dónde hasta dónde? Es ahí donde el asunto se vuelve difícil. Centrarse en un punto es concentración. Centrarse en todos los puntos al mismo tiempo es meditación. La meditación es centrífuga al tiempo que centrípeta. En la concentración, queremos centrarnos en un punto, y los otros puntos pierden su potencial. Pero si expandimos la concentración desde la parte extendida a las restantes partes del cuerpo sin perder la concentración sobre la parte extendida, no perdemos la acción interna ni la expresión externa de la postura, y eso nos enseña lo que es la meditación. La concentración tiene un punto de enfoque; la meditación no tiene punto alguno. Ése es el secreto.



En la concentración, es probable que nos olvidemos de algunas partes del cuerpo al centrar la atención en otras. Por eso ciertas partes del cuerpo nos duelen. La razón es que los músculos desatendidos pierden su potencia y se caen. Sin embargo, no nos damos cuenta de que los estamos dejando caer, porque se trata precisamente de los músculos en los que hemos perdido momentáneamente la percepción consciente. En el yoga hay algo que todos debemos saber: la parte más débil es la fuente de acción.



En cualquier postura de yoga se dan dos elementos fundamentales: el sentido de la dirección y el centro de gravedad. Muchos de nosotros no pensamos en el sentido de la dirección; no obstante, en cada postura, tanto el sentido de la dirección como el centro de gravedad han de mantenerse. A fin de mantener el centro de gravedad, todos los músculos han de hallarse alineados los unos con los otros.



Si estiramos en exceso ciertos músculos, el centro de gravedad también cambia. Quizá por insensibilidad no somos conscientes de que lo estamos haciendo. Por insensibilidad entiendo que esa parte del cuerpo se halla sin vida, no hay percepción consciente, y es en esa parte donde se generará el dolor. Puede que tengamos la impresión de que no hay dolor mientras realizamos la postura, pero éste viene más tarde. ¿Cómo es que no sentimos ningún dolor en el momento?



Tomemos como ejemplo un dolor de espalda por encima del hueso de la nalga cuando hemos estado realizando un estiramiento hacia adelante del tipo de Paśchimottānāsana. Si es éste su problema, observen la próxima vez que realicen la postura y verán que una pierna está tocando el suelo mientras que la otra nalga se halla ligeramente levantada del suelo, y que un músculo sacroilíaco está estirado en su parte externa mientras que en el otro lado es la parte interna del músculo la que está estirada. Ello se debe a que un músculo se muestra sensible y el otro insensible. Cada uno de ellos se mueve según el grado de desarrollo propio de su memoria e inteligencia.



¿Son ustedes conscientes de todas estas cosas? Quizá no lo son, porque no meditan en las posturas. Hacen la postura, pero no reflexionan cuando están en ella. Intentan, con la máxima atención, hacer bien la postura. Quieren rendir al máximo, pero lo hacen sólo en un lado. Eso se denomina concentración, no meditación. Deben trasladar la luz de la percepción consciente desde ese lado hasta cubrir también el otro; la práctica lo requiere.



Si surge cualquier problema, tendrán que observar lo que está ocurriendo en la postura. ¿Hay alineamiento o no? Tal vez el hígado está extendiéndose, pero el estómago se está contrayendo, o quizá sea al revés. Su profesor también puede observar esto y tocar la parte pertinente para ayudarle a extender el estómago o el hígado, de modo que se igualen, encontrando así el ajuste y la colocación correctos de los órganos físicos.



Con la práctica descubrirá que dentro de su propio cuerpo una parte es violenta y otra no violenta. En un lado hay violencia deliberada porque las células están trabajando en exceso. Y en la parte que llamamos no violenta hay violencia no deliberada, pues las células se están muriendo, como esos niños que nacen muertos. Doy un toque a la parte donde las células se hallan muertas, a fin de crear una pequeña germinación y permitir así que las células tengan nueva vida. Creo vida en aquellas células por medio de este ajuste que hago al tocar a mis alumnos. ¡Mas este ajuste creativo es visto por alguna gente como violencia, y soy descrito como un profesor violento o agresivo!



Este contacto del profesor en el cuerpo no es como el contacto del masaje. Es más que masaje: es un autoajuste que el masaje no puede en absoluto producir. El efecto de este contacto en yoga es permanente, puesto que hacemos que la persona comprenda subjetivamente el proceso que está teniendo lugar en su cuerpo. En un masaje no se puede hacer esto. Se usa la fuerza y el efecto es sólo momentáneo. El principio es el mismo pero el efecto no se produce.



No debemos mezclar el masaje con el yoga. Si hacen una buena sesión de yoga, dense luego un masaje y verán lo que les ocurre al día siguiente. ¡Estarán medio muertos! El masaje es relajante, pero se trata de una relajación forzada, resultado de la manipulación externa. El yoga es extensión: extensión que da libertad para que el cuerpo se relaje por sí mismo. Se trata de una relajación natural.



Volvamos a la cuestión del esfuerzo. Si observan el esfuerzo que entraña hacer la postura cuando se es principiante, y luego continúan observando el esfuerzo a medida que avanzan, éste resulta cada vez menor, si bien el nivel de ejecución del āsana mejora. El grado de esfuerzo físico disminuye y los resultados aumentan.



Puede que experimenten incomodidad al trabajar por causa de la imprecisión de su postura. Hay que aprender y asimilar. Hay que realizar un esfuerzo de comprensión y observación: «¿Por qué siento dolor en este momento? ¿Por qué no siento el dolor en otro momento o con otro movimiento? ¿Qué he de hacer con esta parte de mi cuerpo? ¿Y con aquélla? ¿Cómo hacer para librarme del dolor? ¿Por qué siento esta presión? ¿Por qué me duele este lado? ¿Cómo se comportan los músculos de este lado y cómo los del otro?».



Deben continuar analizando, y analizando llegarán a entender. El yoga requiere análisis en la acción. Volvamos a considerar el ejemplo del dolor tras realizar Paśchimottānāsana. Después de terminar la postura experimentamos dolor, pero los músculos ya estaban enviándonos mensajes mientras nos hallábamos en la postura. ¿Cómo es que no los hemos sentido entonces? Tenemos que ver qué mensajes proceden de las fibras, los músculos, los nervios y la piel del cuerpo mientras hacemos la postura. Entonces podemos aprender. No basta con experimentar hoy y analizar mañana. Eso no sirve de nada.



Análisis y experimentación han de ir juntos, y así en la práctica de mañana tenemos que volver a pensar: «¿Estoy haciendo la postura antigua, o hay una nueva sensación? ¿Puedo extender un poco más esta nueva sensación? Si no puedo extenderla, ¿qué es lo que me falta?».




El análisis en la acción es la única guía. Avanzamos por el sistema de prueba y error. A medida que aumentan las pruebas, los errores se reducen. Entonces las dudas son menos y, cuando esto ocurre, el esfuerzo también decrece. Mientras existen dudas, los esfuerzos son mayores porque seguimos oscilando, diciendo: «Voy a probar esto. Voy a probar aquello. A ver de esta manera. A ver de esta otra». Mas, cuando hallamos el método adecuado, el esfuerzo se hace menor porque la energía que se disipa en varias áreas es controlada, y deja de disiparse. Es cierto que con el análisis se disipa energía al principio. Después ya no. Por eso el esfuerzo se reduce. La dirección se hace presente y, al ir en la dirección correcta, comienza la sabiduría. Cuando la acción sabia se hace presente, dejamos de sentir el esfuerzo como esfuerzo: lo sentimos como gozo. En la perfección, nuestra experiencia y expresión encuentran el equilibrio y la concordia.





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